Eriberto Anìbal Guerra Dìaz, nació en Libertad, departamento de San
Josè el 11 de marzo de 1914, y su deceso se produjo el 25 de septiembre
de 1990. Desde pequeño, se hizo diestro en las faenas de campo: lazo,
boleadoras, doma y demás trabajos rurales. Se especiàlizò como maestro
de artesanìas en cueros, siendo un fino trenzador y creando piezas
únicas en su originalidad. Fue guardacostas en Rincòn del Pino. A los
16 años, comenzó a pulsar la guitarra y a improvisar versos, aunque su
labor especìfica le impedía ser profesional. En su trabajo, pasò a
prestar servicios en el Departamento de la Direcciòn General de Aduanas,
por lo que se radicò en la capital. Participò en audiciones radiales y
en “El Fogòn de Horacio Guarany” (Teledoce TV, 1967), donde, a la par de
mostrar sus artesanìas, a invitación de Aramìs Arellano, hizo una
payada con Walter Apesetche, Eduardo Moreno y el propio Arellano.
Realizò fiestas de jineteadas, e integrò jurados en importantes
festivales de destreza criolla.
“El Entenáo”
Siempre me está acompañando
un amigo que yo tengo,
un eterno agradecido
que no puede ser màs bueno.
Siempre haciéndome una fiesta
lo van a ver a mi perro.
Un dia llegó a mis manos,
flaquito, casi muriendo.
Lo hallè de casualidad
a ese noble compañero.
Habìa una perra con crìa
en una cueva, en un cerro.
-“Dame un cachorro machito”,
dije a la madre del perro.
Entrò a la cueva de arrastro,
y me consternè de aquello.
Trajo al perrito en la boca
y se echò a mis pies, gimiendo.
¡Què me querrìa decir
de su cachorrito tierno,
con sus ojitos cerrados
de diez días màs o menos!.
Serìa el dolor de una madre
que muy pocos comprendemos.
Y me lo traje a mi casa
donde conmigo lo tengo.
Casi nadie lo querìa
al que resultò tan bueno.
Me ayudò a criarle mi hija
de corazón nazareno.
En todos làos estorbaba.
Muy pocos quieren los perros.
Lo puse en un galponcito
donde guardo mis aperos,
hasta que un dìa me di cuenta
que el pobfrecito era ciego.
Que me iba a comer los lazos
y pilchas que tienen cebo,
que lo matara o lo diera,
para què querìa ese perro,
que hoy es un hermoso collie
y con algo de ovejero.
Amigo de largas horas,
Entenào, le puse al perro.
Èl siempre se echa a mi lado,
pobrecito, y yo recuerdo
aquel gesto de la madre,
sabe Dios por què hizo aquello.
Cuando descanso una siesta
se echa al lào mìo en el suelo.
Ahì me està siempre cuidando,
tiene livianito el sueño.
Se sienta, y calladito
olfateándome lo veo.
Quiso Dios que yo lo hallara
y me lo ordenò, yo creo,
que lo criara y lo cuidara,
que sería mi compañero,
y es el amigo màs fiel
que hoy tiene este gaucho viejo.
“Mi Candelero”
Mi candelero de bronce
por el tiempo está muy viejo,
con su vela él dio la luz,
que alumbró mi nacimiento.
Candelero al contemplarte,
hoy voy a ofrecerte un verso,
pobre, de poco valor,
pero con él te recuerdo.
Lo guardo como reliquia,
como una joya lo tengo;
me lo regaló mi madre,
por eso tanto lo quiero.
El día que me lo obsequió
a mi viejo candelero,
este pedido me hizo:
-“Tenés que hacerle unos versos”.
Y hoy, contemplando la prenda,
vino a mi mente el recuerdo.
Han pasado tantos años,
y hoy recién recordé aquello.
Cuando ella se sintió madre,
siendo yo su hijo primero,
el candelero alumbró
para darme el primer beso.
Cuántos recuerdos me trae
este viejo candelero;
alumbró a mis cuatro hermanas
y a tres hermanos que tengo.
También recuerdo a mi padre,
al que ya no lo tenemos,
cuántas noches en un truco
le alumbraste, candelero.
Candelero, despertaste,
hoy en tu sueño de abuelo.
¡Qué viejo que está aquel niño
que alumbraste en otro tiempo!.
Candelero, fuiste humilde,
también es pobre mi verso,
pero es muy rica la historia
que guardo con tu recuerdo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario